Sólo una enfermedad amurallada
podía reducir su lucidez a aquel estado de médano y remanso,
no distingue ya la soledad del acolchado aburrimiento,
la vigilia del ocio, -tú qué miras-, aunque a veces
un desgarro en la niebla mental le sugería
que usara el abanico para oxigenar el aire
y poder contar sin los ahogos de la confusión
hasta agotar la fila, de paso el disimulo,
no es lo mismo mirar fijo a los ojos
que a las mejillas o al mentón, el alma
acostumbra a asomarse a las ventanas que se protegen con visillos,
aunque también se asoma
a los labios que brillan con la saliva coloquial -tú qué farfullas-,
las manos temblorosas
tamborileando la pegadiza melodía de la edad
sobre los brazos del sillón,
lo mismo que el granizo sobre la lona del verano.
Zona B:
Llegó desde el desierto, del lado occidental donde la arena aún respeta el aire y nos deja ver lo que está ocurriendo. Él era periodista pero el ejército lo vio como profeta y lo asesinó, como siempre ocurrió desde los tiempos bíblicos con los que se atrevieron a mostrar la realidad sin adjetivos.
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