Así es el aire por aquí,
jugando entre lo mágico y sacrílego,
baja del norte con la furia
de las tijeras de podar,
las pobres ramas del manzano
por tierra, llenas de prometedor verdor,
no sabe a nada su sangre verde
y esa mala costumbre,
la de lamerse las heridas,
no aporta más que el sabor pastoso del dolor,
se poda un árbol
y la vida se ausenta unos segundos,
pero regresa luego como un himno
tras el apagón de las tinieblas.
El aire sigue burlando las esquinas,
mezclando sueños con recuerdos.
Cómo serían los desgarros
sin el recosido de la infancia?
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