Una adivinanza
no es buscar un final atando cabos
aquí y allá, debajo
de la carcasa de la caracola sigue viva
la carne sin cocer de una aventura
mental, el mar no sabe
a blandura salina, pica tanto
que hace olvidar el sabor acre
del enigma enunciado,
pero su veneno sigue ahí
entre sonrisas y desánimos,
y al final te rindes, no sin antes
aventurar nuevos finales
que aumentan el enfado de la esfinge.
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