Por aquí pasó en los años
blanquirrojos del final de los ochenta,
humo y cerveza en santa bárbara,
e infección en el lagrimal que le valió el apodo
de judas verde y lloroso,
aupado por sus citas con error, andrajos
de latín fermentado, tantumergos
a Lenin, (me prestas unos pavos),
fórmula y ensayo para lucir ante las ninfas
que cultivaban faldas aun muy cortas
para su abultada timidez, eran todos caminos
para llegar a roma
a través del túnel visceral de Gramsci,
o para competir con la potencia
de otros alcoholes más violentos
y radicales que los propios,
su nombre se quedaba desnudo entre ramajes
de angélica desidia y en las mañanas
eternas de resaca confundía día con dial
sintonizando aromas musicales
de fantasmas envueltos en sábanas con semen y sudor,
demasiadas liturgias y lecturas
con masticación insuficiente le dejaron
un traumatismo conceptual locomotor
como él llamaba a su cojera,
aunque ir de lado era su forma
de no llegar del todo a ningún sitio.
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