(Eva recuerda)
Imagino que no era su intención felicitarme,
traía en la mano un ramillete de amapolas mustias
cogidas en la ira de los campos aún sin cultivar,
no eran las flores de ritual, sensibles a los cambios
de humor o a las apuestas
por el rigor del protocolo y buenas formas,
acaso iba buscando mi mala desnudez,
la que habla sin palabras del pecado
que la sabiduría cometió al hacerme
ingenua a la vez que resabiada,
era el séptimo día, un cumpleaños
aún no codificado en las casillas
del calendario por venir,
le di las gracias y sostuve
con impertinencia su mirada,
él pareció espantarse alguna lágrima
no de compasión sino de furia,
y se alejó con un portazo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario