sábado, 20 de agosto de 2022

Con L. Glück en el andamio




Arriba,

en el andamio con la señora Glück,

subiendo materiales inertes para que el edificio

no pese demasiado y sea posible llegar al cientoveinte,

marearse en el exceso de lo vertical y protegerse

con la red anudada de la conversación con uno mismo,


desde aquí nos queda más cerca el horizonte

y los dolores en el brazo derecho, el que maneja

ladrillos y cemento, -no pinceles-, no son tantos

como cuando escribo, dice, las palabras

duelen como un parto, anuncian resurrección 

donde antes hubo muerte, de esto los médicos poco saben,

acostumbrados a medir temperatura 

asociada siempre con dolor y aquí ya nada duele, 

sólo siento el hueco de la sensación, una alegría

tan llena de cansancio que podría quedarme

dormida a estas alturas del andamio,

a un paso de alcanzar la curvatura

con que la luz declina hacia colores

no calculados por el arquitecto.


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