Ellos ya conocen esta alquimia
que transforma el vaho respirado en flores,
algunas tan pequeñas como el grano
de polvo azul molido en el mortero,
si os animáis a salir al campo
podréis jugar con esa magia táctil
que hace brotar entre la hierba
las margaritas monacales de la duda
mezcladas con violetas de la afirmación
entre cantos litúrgicos y coplas
de simbología pastoril,
podréis sentir cómo discurre
la creación por vuestras manos,
echarle un pulso a dios en su terreno
y regresar a casa
con tiempo de sentarse ante la puerta
a contemplar a Sirio pastoreando
un rebaño de pálidas estrellas.
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