Recorro con mis dedos el espacio
que la luz del cristal dejó vacío
siguiendo la dinámica del sol,
en la pared se reflejaba
con líneas caprichosas un milagro
de la entraña del vidrio, algo
que no se ve y requiere
de la luz fugitiva para darse
a conocer, como si fuera
el verbo primordial que se hace carne
sin llegar a habitar entre nosotros.
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