El color amarillo
no es peor que el rojo
ni la fuerza del viento ha de llevar
mejores melodías a los ojos
de quienes escuchan en la gradería,
elijo el lado norte
antes de que la moneda caiga y ruede
sobre los párpados cerrados, ni un solo guiño
al entrenador que sabe todo
sobre notas sopladas,
vuelan grajillas por el lado sur, las nubes
acentúan el luto, el periodista grita
su crónica a los sordos instalados en el anfiteatro,
las majorets exhiben el oro de sus piernas
y los pompones suben de cotización en la balanza
de la megafonía,
pálpate el bolsillo antes de que irrumpan
los vendedores de palomas, los aromas helados
de chocolate y de vainilla entre columnas
de incienso y la vestal de guardia eleve
su perfil de cariátide con versos
de pie quebrado y metro yámbico,
vendrá el dolor a colorear el ara
sacrificial y juntos entonaremos el silencio
ritual de nuestros dos equipos,
luego el silbato rasgará la tenue
cortina de las expectativas.
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