Ya hemos hablado de eso y seguirá siendo
tema frecuente de conversación:
las palabras abriendo como cuña
una presunta oscuridad, la escena muda
a la espera de la entrada del actor,
lees: luces, sonido lento y cruce
de cursivas veloces, voz en off
desde la concha iluminando en fosforito
lo que no ha de verse desde el patio
de butacas, unos ojos redondos
revoloteando como las polillas
en torno al halo de la lámpara
y al fondo, semihundido, un fantasma náufrago
que lleva bajo el brazo
la peripecia encuadernada del guión,
no hay estrellas
suficientes para este firmamento tan oscuro
ni coro que pronuncie acompasado
la estrofa gris que da a los héroes
un final infeliz, sin paliativos.
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