miércoles, 4 de agosto de 2021

Como lava fría



Ahora que nos alumbramos con el aire

enrarecido por la proximidad recuerdo

la respiración enferma del minero

al que la silicosis no alcanzó a convertir en escultura

de cartón barnizado, como a tantos otros,

se sigue hablando de él

pero el susurro vergonzante de la feligresía

intenta silenciar la furia de los arrecifes

que provocó el grisú al abrirse como volcán 

sobre las graveras vomitadas por la bocamina,

y del día después

sonando aún la herida silenciosa de las campanas 

que callaron para no profanar la romería 

de vino y mus en la taberna

donde se ofició el sentido funeral.


II


Cuanto esfuerzo costó a aquel hombre 

separar la ignorancia de la grava

que arrastró la corriente y aún arrastra

sobre la mirada ahumada de la gente,

él lo hacía con naturalidad, lo mismo que en la mina

con la antracita y el terrizo de ennegrecida entraña,

por las tardes acudía a la cantina

a aceitar las durezas de su alma caminera

dejándose llevar por el caudal del vino,

y antes de perderse bajo el puente

de su cansancio se agarraba con fuerza 

a los hierbajos de la orilla

y proclamaba el pobre catecismo

de sus añoranzas asturianas,

la revolución que el aire traía desde el mar

mezclada con galernas y promesas

de arenas claras, los granines de oro

que encandilaban a los pobres,


en esos trances se alcanzaba al dios

ancilar de los valles, se intercambiaba religión

por medicina y novelas de aventuras 

casi siempre auspiciadas por un druida

y algún bisonte prehistórico, de ellos

eran las reliquias que llevaba al cuello,

un molar amarillo y una vértebra

de marfil pulimentado por la devoción 

que le abrieron la puerta hacia una nueva vida.




No hay comentarios:

Publicar un comentario