Vengo algo cansado,
no del viaje, no, de mirar el aire
y no ver nada, de imaginar lo que se queda
entre esas ramas veloces
que deja atrás el tren,
me siento a leer,
el libro cabecea conmigo
como si leyera el humo
estrecho y largo del poema,
empieza así: mi no llegada a la ciudad de N
se efectúa puntualmente,
tengo miedo de bajar al andén
y no hallar a nadie que me espere
y que se haga de noche y no haya luna
para contemplar de nuevo ese paisaje
que dejé atrás entre las ramas
veloces de mi sueño,
menos mal que al despertar
aún era de día.
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