viernes, 6 de agosto de 2021

Lo que ha de ser

 


Ahora regresamos sabios

o pobres, que es lo mismo, y contemplamos

con desconfianza estos paisajes trasparentes, 

con esa luz mudéjar capaz de revelar misterios 

o dejarnos más ignorantes cada vez, cegados por exceso

o porque renunció la celosía a la diafanidad,

comenzamos por mirar pasmados

antes de sucumbir a la pregunta

respetuosa y cargada de vergüenza,

-de qué ha valido tanto exilio, si al final

la escuela quedó atrás, sumida en luminosa duda-, 

estas maneras de vivir, los labrantíos sin remedio

sometidos a estado fotográfico,

la ropa de faena que se niega a ser mostrada 

como una etnografía y las abarcas

que han avanzado más que aquellas botas 

de siete leguas de la imaginación,

cuanta tristeza en la mirada

lacustre de los bueyes frente al mugido

del mercadillo de los martes,


-aprendimos la lengua, no la traducción-,


o en el silencio de los viejos

que apenas ven porque sus ojos se quedaron

para seguir llevando de la mano

hasta un final de losa de pizarra

a sus anquises venerables,

ellos manejan con temblor tan firme

el bastón y el rosario, los llorados granos

de cereal semienterrado en frío y desconfianza

frente a la evangélica ilusión del cien por uno

que el fisco hace volar como a los pájaros,

qué afirmación haremos frente al agua

nosotros concebidos en secano y alumbrados

para cruzar a ciegas el desierto,

quién será capaz de interpretar

las baladas del aire en los crepúsculos de agosto,

los tañidos mojados, los maitines

de zorro y lobo revestidos

con la hojalata de la luna, quién,

o qué pie superior hará milagro sobre el vidrio

menestral del embalse, nuestras truchas 

de ayer embrutecidas entre estas dos orillas

tan traumáticamente separadas que acaso nunca

se vuelvan a mirar como vecinas.





No hay comentarios:

Publicar un comentario