Con amor por el silencio
Siete cabezas,
siete calaveras relucientes,
antes se asomaron a unos hombros
cantando un himno bronco
que salía del vaho del alcohol,
luego se echaron a dormir y en sueños
disparaban unas contra otras
-fuegos fatuos o balas-
convirtiendo en jirones
los estandartes de la luna,
afortunadamente
no llegaron nunca a despertar.
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