Regreso ahora del paseo
por el jardín con ínfulas de laberinto,
entre perros gordos y lisiados
de manos temblorosas por el tacto
del crak y la marihuana,
dentro esperan las novias lánguidas
en marcos de laca desigual con flores
de papel maché y miga de pan,
cuesta domesticar el tic acostumbrado
a la orden silbada, tendente ahora
a la resignación o la ignorancia,
colgado apenas de alfiler, como medalla
dejada en símbolo o cuadro de Mondrián
desde la cruz a la cintura,
no hagas caso del temblor del dedo índice
que no te deja señalar hacia delante,
la uña alquitranada de amarillo y la mirada
desobediente del muchacho
que espía los desnudos de la historia.
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