Me sorprende
esa fiera hermandad de las hormigas
que hacen pirámides de fuego
para morir en alto sin dejar
ni llanto ni cadáveres,
puede ser el hambre su motor,
acaso el miedo a la desolación tras la batalla,
si nada
ha de quedar en pie, que al menos
perviva el testimonio de los planos
donde base y altura se eternizan
como las columnas del teorema
que da por evidente lo improbable.
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