Qué más quisiera yo
que escribir sobre piedra,
dando eternidad al pulso irregular de mi caudal interno,
el hambre sufre la contradicción del fuelle,
entre flujo y reflujo se despoja de todo su vigor y queda
flotando cerca de la orilla
igual que un resto de naufragio,
andador de caminos que se pierden
en el temblor de la distancia
sin aportar final posible o darte
la impresión mentirosa de haber ido
más lejos que nadie,
con qué rigor se dora el tibio vinagre de la espera,
ese que endurece los perfiles
del abandono y la dulzura,
podrás ir aún más lejos pero nunca
llegarás a juntarte con tu sombra
en la pared del fondo donde aguarda
con su recado de escribir la cegadora
cal del blanco y negro.
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