Ya no había polvo en las estrellas,
de madrugada se alzó el viento
y barrió con rigidez las calles,
era el último vestigio
que podía quedar de él,
estuvo vagando entre dos luces,
y se le vio apagando la última farola,
después los perros del rebaño
le acompañaron hasta el hito
que delimita la frontera
entre los dos pueblos enfrentados,
ocurrió todo tan de prisa que ni siquiera el sol
había conseguido espabilarse.
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