En Mogarraz, pastoreando más de un millar de libros,
vive despacio y hondo Venancio Sánchez García,
el librero de las Batuecas.
Vive allí,
como en el fondo de un espejo,
entre paredes de papel que no hacen cárcel
y permiten escalar el aire
con alas en los pies y caduceo entre las manos,
como un Hermes del siglo,
igual que un Odiseo que regresa
del viaje interminable hacia el aroma
del tomillo colgado en la pared
para perfumar el duelo ingobernable
de los que asoman su memoria a las fachadas,
contando historias, olvidando males,
manteniendo el parpadeo de las brasas
que huelen a Ilión y a desbandada.
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