De mirar tantos bocetos
aprendía a callar, entonces
hablaba a voces, repetía fórmulas
y la pared subía y cada vez
había más barullo, ahora
hasta la lluvia se oye, esa gota
que deja resbalar la hoja de abedul
tiene más letra que la biblia
y canta para mí como si sólo
yo estuviera escuchando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario