Contemplo la ciudad
desde este pináculo que asciende
al anonimato de la niebla,
casitas de juguete cuajadas en el valle
como racimos secos,
hasta aquí sube el humo de un horno falso
sin olor a pan, el cielo es una plancha
de cinc donde los pájaros
escriben pentagramas sin sonido,
no alcanza la vista más allá de la absoluta elipse
que describe la circunvalación,
espero a que el sol levante y me contemplo
reflejado en el espejo de las horas
sin nada que añadir, ya resignado
a esta larga jornada sin principio ni final.
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