La imagen más antigua
que todavía permanece:
una cabritilla ramoneadora de la luz,
sus diabólicos ojos señalando
unas propiedades analgésicas
en los brotes tiernos del espino albar,
se te eriza la piel cuando percibes
el crujir de las tabas
de su pas de deux sin partenaire
dejando un olor acre entre las páginas
sin traducir de su bestial vocabulario.
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