En las edades altas del arroyo
el caudal resbalaba sobre una piedra azul
cruzada por una banda blanca,
su respiración era un rumor de abejas
apenas perceptible,
aprendí a traducir algunos tramos
de su caligrafía montaraz hilada
con nervios de tapiz:
libérame de ti, piedra caliza,
que mi alma corra sin adornos
y que los pastores y animales
no perciban en mí las adherencias
del agua dura de beber.
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