Un mundo sin gente
con el silencio como baza singular,
no hace falta pensar en el sonido de la voz entrenada en el discurso,
ni pretender socializar la cínica barbarie de la educación,
no culpo a nadie, miro
cómo se diluye el verbo humano,
ni siquiera deja humo, arde por dentro como las heridas
y precipita ese dolor de tonos ocre con aspecto de cubo de hospital,
no culpo a nadie, pienso
que ser así es un destino dictado por nosotros,
el animal no tiene poder sobre su imagen,
cruza frente a la luz y emerge petrificado, duro, mineral,
sin eso que llamamos gracia, dotado sólo de flexibilidad,
la virtud de la planta trepadora.
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