Tropecé con ese cuadro,
una tabla azul con alma de oro que albergaba santos,
la hermosura colgaba de los hilos
dorados de un dialecto ciego,
una manera miope de decir las cosas
con el candor de la evidencia,
para qué insistir si todo viene de la mano
de esa carretilla rebosante de flores,
con un pájaro encima abriéndose a la luz
como si fuera un tulipán inflado
con el aire quieto que respira dios.
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