Subido al espinoso tren de la anestesia
cuento luces, enumero botones, alzo dedos
para que sepan que aún estoy aquí,
sonrío a la pared que calla, escucho
el corazón parado y pienso
que acaso todo haya acabado en esa
calma gris del alma que se queda sola,
y entonces hablo con mis padres,
pregunto a mis hermanos muertos y descubro
la claridad, ya todo cae bajo el estrecho
cono de luz de mis temores,
los huesos mondos, las sonrisa
fija del terror, las cuencas negras del vacío
que te miran atentas y el marfil pintado
de enfermo hepático, saludos al doctor, le digo,
pero él guarda silencio, o no me ha oído
o no a sabido qué decir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario