Alguien toma la aguja
-nadie cose ya- para suturar rasgones,
los naturales que produce el tiempo
y los provocados por el desamor,
se rasga el aire entre las ramas del acebo,
se rasga el humo que sale de las chimeneas
de la aldea vacía (o son fantasmas que se funden
con las nubes bajas?),
se rasga la tela, el algodón del sueño,
por los agujeros entran las monedas de la luz
que ruedan por la mesa como limosna para la costurera,
su dedo no protegido por dedal corre peligro,
de ese pinchazo brotará la sangre
como pupila de ratón y el acerico
se teñirá de rojo.
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