martes, 7 de marzo de 2023

Llegas y acaricias el frío de la piedra, crees que el miedo es una forma de entender, preguntas al submundo del pensamiento y este nada responde, aunque sospechas que las ideas, igual que las estalactitas, necesitan tiempo para formar el peristilo del misterio

 



Allí se puede ver la tierra abierta, la dentellada sucia, algo mellada,

                                                                          pero sin restos de comida, 

sólo flores asomándose al gran surco con que la falla decoró la estepa

                                                                    mucho antes del uso del plural, 

los perros agrupados al extremo, tan lejos que parecen una mancha 

                                                                de café en el mantel de la sabana,

todo el encanto de un infierno sin explorar: la concha de cinabrio

donde una reina despeinada exhibe la suciedad altiva de su raza

sobre el cansancio gris de la jauría, el color rancio del marfil

de huesos inhumanos o apenas despojados de los restos

de verticalidad que los hicieran diferenciarse de los otros,

y el incandescente olor a lobo rebajado con agua

de la cascada artificial con que se adornó la cicatriz de entrada,

se dice que alguien

se aventuró a bajar y pudo desalambrar su vigilancia

y alcanzar de nuevo la planicie para contarlo, 

aunque usando ya el lenguaje corto del ladrido 

mezclado con el secuencial de las historias narradas por humanos,

ya no quedan

traductores fiables de aquel ruido

grabado con buril en la pizarra con que acabó sellándose la entrada,

hoy todos preferimos el silencio.






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