sábado, 4 de marzo de 2023

Se dice que estas viñas se deben al amor descarriado de un monje ermitaño que abonaba la tierra con desperdicios y latines y en tiempo de vendimia entraba en trances etílicos tan luminosos que los lugareños identificaban con el fulgor de la vida santa

 


Arde el sol en los sarmientos helados de las vides,

cuando amanece suele ocurrir ese milagro

de la luminosidad confabulada con el frío, 

una incandescencia bajo cero boquiabierta de púas,

bruñida en mármol por Bernini con excesiva erudición,

se sabe poco de los éxtasis y a veces

los confundimos con braceos para sobrevivir en la riada,

vienen turbias las aguas, -es invierno aún-, y su color rojizo

habla de intimidades e interiores a los que nunca llega el bisturí

burlado por las habilidades del tumor, se sabe aún menos

de la ascética dura de las jornadas de vigilia, y nos dejamos

llevar como la espuma hacia los remansos de la soledad

donde fermentarán los zumos de ebriedades futuras.


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