Siempre que salgo a caminar
por el borde de esta carretera secundaria
pienso en la humildad perlada de amarillo de las margaritas,
el asfalto rugoso, la arenilla acumulada en los arcenes
y las grietas colonizadas por la camomila franciscana
que lucha por sobrevivir, negando su condición de especie sometida,
ella me hace caminar hilando pensamientos lúdicos,
como en ese poema que W. C. W. dedicó a la rosa,
a la rosa no, a su imagen, y al resultado de encender el cabo
aceitado del entendimiento para que la luz entrara
sin violencia y sin afectación en ese triángulo formado
por orquídeas, amor y primavera,
logrando reavivar al mismo sol.
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