sólo era teatro
Aún creo oír el ruido aéreo de las hilas de viento
soplando hacia la sala por las mirillas del telón,
aunque podría ser la respiración acelerada por los nervios
de unos actores en capilla,
huele la tramoya a polvo inerte y a palabra aventada,
estas bambalinas han soportado tanta sangre
que ya no saben distinguir el maquillaje
de la crueldad de los puñales, aunque sí reconocen
los sudores del pánico, los brillos altos de una estrella
en el filo de un hacha o la cadencia
embarullada del latín abriendo paso a los funcionarios
de la muerte,
todo antes del ralentí apagado del aplauso
que es necesario fomentar en los finales,
me fatiga la pesadez de los brocados que hacía lenta la función
y las palabras impostadas del actor bisoño
que interpretaba a la hermosura,
sosteniendo en alto un enrollado pergamino
como si fuera un cetro de juguete,
persisten los olores a orín en los extremos
oscuros del tablado aunque mezclados con efluvios
de crisantemos y ceniza
de todo lo que el tiempo ha ido quemando.
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