jueves, 2 de marzo de 2023

Cuando el rigor de la sequía nos hizo ver en los páramos del norte algún verdor fingido, lo dejamos todo a medias y con un parco equipaje tomamos algún tren de mercancías donde aún viaja de incógnito nuestra abortada juventud,

 


                                                      sólo era teatro


Aún creo oír el ruido aéreo de las hilas de viento

soplando hacia la sala por las mirillas del telón,

aunque podría ser la respiración acelerada por los nervios 

                                                      de unos actores en capilla,

huele la tramoya a polvo inerte y a palabra aventada,

estas bambalinas han soportado tanta sangre

que ya no saben distinguir el maquillaje

de la crueldad de los puñales, aunque sí reconocen

los sudores del pánico, los brillos altos de una estrella

en el filo de un hacha o la cadencia

embarullada del latín abriendo paso a los funcionarios 

                                                                    de la muerte,

todo antes del ralentí apagado del aplauso 

que es necesario fomentar en los finales,

me fatiga la pesadez de los brocados que hacía lenta la función 

y las palabras impostadas del actor bisoño 

                                                que interpretaba a la hermosura,

sosteniendo en alto un enrollado pergamino

como si fuera un cetro de juguete, 

persisten los olores a orín en los extremos

oscuros del tablado aunque mezclados con efluvios

                                         de crisantemos y ceniza

de todo lo que el tiempo ha ido quemando.


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