domingo, 12 de marzo de 2023

No hay lectura que nos redima el escozor, mirar a lo lejano ayuda, pero a estas horas quién sabe mirar, hemos de recurrir al vidrio ahumado para evitar los efectos de la oscuridad lechosa que flota en el ambiente y palpar en busca de algo sólido

 


  . . .   +  y aunque llegamos a salir

llevados de la mano por la luz del alba

son nuestros ojos quienes hacen clara la oscuridad,

el humo de la pólvora y el acre olor de la explosión

se suben al reloj cenital del mediodía con cara inexpresiva,

algo hartos de nosotros, tal vez avergonzados,

aventurando que estos signos nos acompañarán ya de por vida

con ruido y furia -poca ya-, abandonados

a la inercia bobina de las mañanas de domingo,

y la música, la inagotable murga del dolor vertido 

desde altavoces laicos atorados de repetición 

se disfraza de recuerdo

y nos obliga a canturrear  mientras completamos los peldaños

que llevan a la acera de la otra realidad,

igual que el agua del mar llega a la playa

arrastrando un rumor que la resaca promete hacer eterno.

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