En el pequeño espacio reservado al cielo
flotaba el título escrito en una cinta azul estilo mil quinientos,
debajo una cabeza calva y unos versos distribuidos en tercetos
que recordaban las gavillas de los cuadros de Brueghel,
brillaba en cada espina una gota de sangre
o acaso fueran gotas de sudor
rodando por las sienes del artista
no protegidas por la paja de un sombrero,
este antes fue gavilla y antes
soporte espiritual de las espigas y antes aún
semilla dispersada como lluvia por encima del papel
con el boceto a lápiz del amanecer del mundo.
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