No dejo de pensar en el misterio
de ese poema del irlandés, al que todos recuerdan
por su simpática nariz y la complicidad en la mirada
que exhibió ante la Academia,
en él resalta (después de un titular entre paréntesis
mil novecientos... incompleto),
la hilera de botones en el atuendo de su padre,
luce un metal innecesario, con dos o tres
sería suficiente para adecuar la indumentaria
a su función, pero él nos habla de una hilera,
hormigas de marfil, aunque lo más probable es que fueran de latón,
o de cuerno de cabra, hasta pudiera ser madera,
él sabe hacer amable la pobreza
usando los recuerdos como agujas
alojadas en el acerico de un corazón de pana,
luego
cuando se sientan todos a la mesa
y la bendición cae sobre ellos como un gaélico maná
parece que se enciende la bombilla
y el primitivismo se hace tan actual que no hace falta
mirar el calendario para saber a qué año se refiere.
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