Me paro aquí y espero
justo en la línea que separa el bien del mal,
alguien persigue el paraíso sabiendo que no existe el paraíso,
sube la cuesta con fatiga, no se detiene ni a tomar aliento,
mira atrás de vez en cuando y se sonríe
al ver que aún no ha sido convertido en estatua de sal,
aunque su sudor ya empieza a ser salobre,
enfrente está Sodoma, tierra de promisión, allí hay papeles
para encender el fuego por la noche y calentar el corazón,
los hijos llegarán más adelante y pedirán más pan
y un techo de uralita para creer que ya han llegado
al portal de Belén, debajo de este cielo tan feroz
siempre adornado con multitud de estrellas.
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