Aire, cedazo, el rito de las eras,
cada agujero un hilo
de tiempo que se pliega sobre sí mismo,
el grano queda acá, se airea el oro
dorado de la paja como una ofrenda de Perséfone
a la maternidad oscura,
nadie regresa a los días de sol, queda en el aire
el perforado eclipse de los puntos claros,
y en ese ambiente taciturno
la felicidad se esconde porque siente
vergüenza de sí misma,
ella, la diosa,
también queda a este lado, cabizbaja,
licenciada en técnicas agrícolas,
aunque siga ignorando
a qué se debe su melancolía.
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