miércoles, 5 de marzo de 2025

Bajó hasta la estación de FEVE, un edificio centenario que por su mal mantenimiento ofrecía el aspecto de un holograma de la posguerra; se acercó a la ventanilla y pidió un billete, y le dieron un papel parecido a un cupón de lotería, no el cartoncito duro de color marrón con agujero en medio que los niños usaban en el patio para el juego del tacón

 




Ha abierto la ventana,

desde ahí puede ver el lado sur y, si se asoma,

también el oro del poniente, tose un poco

por el aire que llega, el lado sur está a resguardo

pero por la esquina gira el frío, la guadaña del cierzo gris,

de pronto ve al gorrión, es el de siempre,  

le ha puesto nombre aunque prefiere no emplearlo, 

sólo para pensar en él en la distancia,

es el de siempre, sí, el que se acerca a picotear las migas

del pan del desayuno, ¿qué tal vas? le dice,

el pájaro está ahí sobre el alféizar, ¿es que no hay migas hoy?

parece que pregunta, no, hoy he venido

sólo a mirar, es tarde y deberías estar ya recogido,

no sé si sabes, la casa se ha vendido y ya no puedo asegurarte

ni conversación ni migas, acaso con el tiempo

los nuevos dueños se acostumbren a verte por aquí

y quieran entablar una amistad como la nuestra,

aunque lo veo muy difícil, posiblemente no volvamos a vernos,

pero quiero que sepas que me acordaré de ti,

gorriones hay en todas parte y también hombres como yo,

por más que no queramos admitirlo.



Zona B:

Unos niños palestinos empujan lo que queda de una silla de ruedas desahuciada para llevar hasta el refugio unos bidones de agua; no lejos de allí los tanques israelíes siguen patrullando la destrucción, dando cobertura a los colonos para que completen su labor de acoso a los sufridos pobladores palestinos y consolidar la rapiña de nuevos territorios. A eso llaman paz los israelíes. 


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