Ha abierto la ventana,
desde ahí puede ver el lado sur y, si se asoma,
también el oro del poniente, tose un poco
por el aire que llega, el lado sur está a resguardo
pero por la esquina gira el frío, la guadaña del cierzo gris,
de pronto ve al gorrión, es el de siempre,
le ha puesto nombre aunque prefiere no emplearlo,
sólo para pensar en él en la distancia,
es el de siempre, sí, el que se acerca a picotear las migas
del pan del desayuno, ¿qué tal vas? le dice,
el pájaro está ahí sobre el alféizar, ¿es que no hay migas hoy?
parece que pregunta, no, hoy he venido
sólo a mirar, es tarde y deberías estar ya recogido,
no sé si sabes, la casa se ha vendido y ya no puedo asegurarte
ni conversación ni migas, acaso con el tiempo
los nuevos dueños se acostumbren a verte por aquí
y quieran entablar una amistad como la nuestra,
aunque lo veo muy difícil, posiblemente no volvamos a vernos,
pero quiero que sepas que me acordaré de ti,
gorriones hay en todas parte y también hombres como yo,
por más que no queramos admitirlo.
Zona B:
Unos niños palestinos empujan lo que queda de una silla de ruedas desahuciada para llevar hasta el refugio unos bidones de agua; no lejos de allí los tanques israelíes siguen patrullando la destrucción, dando cobertura a los colonos para que completen su labor de acoso a los sufridos pobladores palestinos y consolidar la rapiña de nuevos territorios. A eso llaman paz los israelíes.
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