También yo he vivido ahí,
en agujeros cavados en la arena de los acantilados
de un río estacional, como el abejaruco,
me alimenté del crimen, maté abejas por gula y por instinto
pero nunca supe a qué sabe la miel
o qué querían decir con su temblor las alas emplomadas
de los insectos moribundos,
trabajé la arena, perforé el talud, traduje una canción de guerra
para ponerla en mi portal como advertencia,
y nada supe del amor salvo el furor reproductivo
que avivaba mis ansias de matar,
mis alas nunca duermen, apenas me resguardan
de la lluvia de arena cuando saco al portal silla y alfombra
para que mis vecinos sepan que sigo estando ahí
y eviten invadir mi territorio.
Zona B:
Luego vendrá algún ángel de hierro y fuego y teñirá con sangre de cordero las jambas de las puertas elegidas para que la muerte las respete y entre sólo en las casas que no han sido marcadas porque sus dueños no sabían o no tenían un cordero para sacrificar.
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