En primavera solía disfrazarse de lavanda
el olor a cerrado de las aulas sin calefacción,
el frío espeso del latín desenrollado como alfombra
sobre el pavimento de terrazo contando las batallas
de César en las Galias, la prédica moral de Cicerón
o la fundación de Tito Livio,
dolor aún no avezado a la costumbre acosadora
de la soledad, los jueves monte y vendaval en la Gineta,
mascando arena en las orillas de un desvaído Manzanares,
al merendar el sietepicos con un trazo de pan,
para regresar en fila india dejando entre las jaras
las cagarrutas del rosario rezado a contrapié,
con más misterios dolorosos que de gozo,
al llegar al domingo se juntaba
toda la ropa sucia del cansancio con la liturgia interminable
de los recreos sin balón y todo terminaba
con la canción de Grieg llovida de altavoces
con carraspera de hojalata sobre un desangelado dormitorio.
Zona B:
Yo pondría una equis, pero en este tipo de quinielas uno nunca sabe cual es el signo ganador.
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