lunes, 24 de marzo de 2025

Venía a ver volar; no importaba quién o qué, a él le interesaba la ausencia de resorte o mecanismo que lo hacía posible y tras muchas horas observando dudaba entre la incongruencia del destino o una voluntad tan entrenada que podía alterar las leyes de la física con un sencillo gesto de los brazos

 




Ahora piensa, solitario, que lo mejor es esperar,

se sienta arriba, en el perfil de la colina,

y con el sol detrás, ya bajo, 

parece una postal en blanco y negro

o la toma fugaz de una película 

cuando se buscan exteriores, 

abajo, por el valle discurre una tranquila carretera

por la que nadie pasa salvo algún carro de bueyes

o la furgoneta del reparto,

le gusta este lugar desde el que se abarca todo el valle, 

sentarse bajo el árbol singular que crece arriba

y quedarse mirando, una hora o más, nunca las cuenta,

piensa en los dilemas que plantea 

la letra bastardilla de ese libro alemán mal traducido,

sobre todo al leer los cometarios del editor a pie de página

sobre lo azaroso y lo casual,

de pronto se oye un fuerte choque de metales

y ve que el coche del reparto se ha empotrado

contra el único tractor que hay en el pueblo,

el coche acaba ardiendo y él sólo se pregunta

a dónde irá a parar todo ese humo.



Zona B:

Volverá a haber primaveras dorándose en las playas y la piel de los bañistas será blanca hasta que la queme el sol, nunca morena por origen, (Hitler también los prefería arios). La Riviera de Gaza, el espolón final que dará un curro esclavo al palestino que haya escapado al genocidio y al destierro.

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