Querría ahora regresar
y mirar aquel hombre de edad adelantada,
granada de ansiedades y proyectos,
él afirmaba que algún día su nombre iba a sonar
como el latón de una trompeta, agudo y sofocante como un pregón
e incendiario como el canto de gallo del periódico,
la fama subiría hasta sus hombros el cansancio
de la primera guardia y la constante duermevela
le haría preguntarse si es esto lo que quiere,
difícil decidir con todo por delante,
aún sin el olor a orín de la derrota, la voz amotinada
subiendo los peldaños de dos en dos con sofoquina
y pronunciación atolondrada, llamando a varias puertas a la vez,
y desde dentro, por el redondel de la mirilla
alguien le verá tan reducido y tan distante
que le lleve a pensar que aún queda tiempo
para hacerse un café y esperar tranquilo hasta que llegue.
Zona B:
La cremallera que todo lo estrangula parece haberse detenido, como a la espera de que el estómago insaciable del nuevo emperador eructe y abra hueco a nuevas viandas y a largas digestiones. La carne para el sacrificio espera ahí y no es obra de dios dejada entre las zarzas.
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