De poco le sirvió su vida entera dedicada al mar,
los años fuertes a los remos, y en la vejez sintiendo
el líquido vaivén de la resaca,
cuando su cuerpo estuvo adoctrinado por las olas
empezó a escuchar un canto de sirenas
en todo semejante al gregoriano
que sonaba en el puerto al repasar la nómina de ausencias,
buscando rescatar memorias saltó al agua
y nadó hasta los arrecifes, allí puso a secar su ropa,
pero se sintió desnudo como los cangrejos ermitaños
y volvió a lanzarse al agua
en busca de una concha más holgada.
Zona B:
Hay que parar esta masacre. Nuestro silencio es criminal y arrastraremos la condena por no haber actuado a tiempo contra la continuada aberración. LA HUMANIDAD NO DEBE PERMITIR LA CONSOLIDAACION DE ESTA RAPIÑA GENOCIDA.
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