jueves, 20 de marzo de 2025

No hay nana mejor que el alarido de sirenas trasportando el dolor a un edificio desplomado donde el dolor individual acude a consolarse con el dolor comunitario; no hay desesperanza como el ojo entrecerrado de ese niño al que la guerra acaba de matar y no hay mayor rencor que el que no sale como sangre caliente a desfogarse en el aire helador de la mañana

 




No queda nada ahí

en ese crepúsculo asesino,

la voz sin voz del muerto,

el perfil azulado de ese niño muerto

que no acaba de cerrar los ojos,

la roca fragmentada por disparos,

una esquirla en la piel 

y los menudos dientes asomados

a la suciedad carbonizada de los labios,

la voz igual de quieta que la luz,

desanimada de denuncia, 

no quiere, no, ya ha abandonado,

no come, no pregunta ya por la ración,

no sufre más dolor que el sufrimiento,

no puede ni asomarse al espejo del agua,

ese bidón con arcoíris de petróleo,

el convoy escuálido de ACNUR, las gasas

para vendar la vida, el esternón rojo del padre,

él también ahí, desparramado

igual que un vómito de arena,

y el mal olor, esas violetas

bajo las botas del soldado,

tocad la roca con el palo

a ver si vuelve el agua,

salid por la mañana antes del sol

a cosechar de las retamas

el fingido milagro del maná. 



Zona B:

Que cambie de argumentos el gobierno genocida, los actuales no sirven; que asuma su asesina condición y diga a las naciones que sólo ellos, los judíos, tiene derecho a ese lugar. Y que todos sepamos a quién estamos apoyando.

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