Yo esperé allí a que sucediera
un milagro postal, que me llegara un sobre
con el mensaje escrito a mano,
no estaba acostumbrado a paladear milagros
en vivo, sucedidos lo mismo que la luz a pleno día,
la ceguera goteando del alero como estiércol caliente de vencejo,
los ojos blancos de mirar las escrituras en la penumbra malva
y los oídos empeñados en escuchar su voz,
pero no fue su boca la que habló, fueron sus manos
amasando la tierra con saliva y haciendo garabatos en el aire
para evitar que los escribas
pudieran traducirlos al lenguaje cotidiano.
Zona B:
Por cada can domesticado hay cientos de alimañas sin bozal.
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