Podéis venir aquí, casi en la punta del canal,
mi casa está en la orilla, desde abajo
parece flotar sobre carrizos, pero sus bases entran
hasta el alma profunda de las dunas,
lo que la hace diferente -y atractiva-
es que ha sabido mantenerse en soledad, sigue ella sola
frente al oleaje gris, un huerto al lado con empalizada
pero con huecos para que las hierbas bravas
puedan colarse y prosperar,
nadie se asoma a ver mis hortalizas,
pero todos miran la fachada que da al mar,
mi casa tiene cara, boca y ojos, no nariz,
aunque podría valer el tejadillo que está sobre la puerta,
algún nido bajo el alero sur, no sé qué pájaros
se habrán empadronado con mi número, pero su estiércol
marca la pared con una línea pálida,
a quienes me visitan les pregunto qué virtud tendrá
el alimento de los pájaros
para que sus excrementos sean tan blancos.
Zona B:
Cualquier palabra obligada a ir a la guerra para relatar las atrocidades que contempla acaba desoyendo su obligación de reportera, bien por someterse al dictado del lado dominante, o por caer bajo las balas de algún francotirador. Algunas sobreviven con honor.
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