Ahora me entretengo con la idea de quietud,
aspiro al absoluto don de no hacer nada,
lo mismo que los árboles que sufren
sin manifestar ningún dolor la embestida del aire
y gozan con igual indiferencia
de la melodía insulsa de los pájaros,
no quiero verme sometido a disciplina forestal,
ser árbol, sí, pero en la cumbre de una colina despoblada,
no ser un frutal al que se pueda exigir una cosecha,
mejor árbol de sombra y ser usado de sestil por el ganado,
algún caballo viejo de los que sólo cabecean
para espantar las moscas, no hablar y a ser posible
escuchar sólo el viento que no espera respuesta
a sus ataques de furor.
Zona B:
El genocida sigue ahí, la guerra es su refugio contra el cerco imparcial de la justicia. Y eso le hace cada vez más peligroso, pues nada tiene que perder aunque arda todo.
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