Se puede ver la hierba
en las estrías de la piedra erosionada por un tiempo
de continua escritura, un verdín que habla en gaélico
y sobrevive con la savia que dejan en la tierra
los que han quedado atrás,
este es un rincón engalanado como cementerio,
sin tapia o cerradura para que las ovejas lo visiten
como si fuera un refectorio, en él todo es silencio
salvo el sonido del pacer o el salpicar de las esquilas,
nadie repara en las pencas del cardillo, en el vello espinoso
de sus hojas, y a pesar de todo aquí nada descansa,
es un lugar que duerme
con los ojos abiertos y sestea cuando el sol está más alto,
aunque eso contradiga la leyenda
tallada en la girola vegetal de la cruz celta
que al entrar todo el mundo toca con la frente.
Zona B:
Que no se nos olvide; sigue estando en Palestina la cruz de un genocidio. El sionismo activo trata de distraer nuestra atención con farsas rutinarias para que la vida nos parezca tan normal.
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