(en la prisión del estado adquirió en subasta
una silla eléctrica en desuso, la usaba para escuchar música
en las horas posteriores a la cena)
A veces se asomaba a esas
antologías de la misericordia, donde sólo cabe
el desagravio del recuerdo, oír música sin dios,
sin seres mágicos, sonidos robados a la entraña fisiológica
del mundo, para que todos entendamos la diversidad
y el desconcierto de mirar la nada,
por eso el orden no funciona,
primero puede sonar Listz, luego se asoma un rumor de Sarasate,
después se calma el mar, Berlioz, Smetana,
y tras el aluvión de espinas de Dinicu, la bondad quieta de Dvorak,
olor de humo de hogueras y el mar de Brahms donde terminan
con su caudal todos los ríos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario