miércoles, 17 de mayo de 2023

Algunos de sus discos exhibían con orgullo el circular culo de vaso de un licor ligero, country dorado y peleón, sin grados altos, el soul liviano del atardecer, o jazz con hielo y, tras la metralla que dejó la guerra, las anchas avenidas del mar con el agua entrando casi en el porche de las casas

 



        (en la prisión del estado adquirió en subasta 

        una silla eléctrica en desuso, la usaba para escuchar música

        en las horas posteriores a la cena)



A veces se asomaba a esas

antologías de la misericordia, donde sólo cabe

el desagravio del recuerdo, oír música sin dios,

sin seres mágicos, sonidos robados a la entraña fisiológica

del mundo, para que todos entendamos la diversidad

y el desconcierto de mirar la nada,


por eso el orden no funciona, 

primero puede sonar Listz, luego se asoma un rumor de Sarasate,

después se calma el mar, Berlioz, Smetana,

y tras el aluvión de espinas de Dinicu, la bondad quieta de Dvorak,

olor de humo de hogueras y el mar de Brahms donde terminan

con su caudal todos los ríos.



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