El dedo amarillento del fumador
va subrayando lentamente las palabras más limpias
del periódico, aire, sol, oxígeno, llovizna,
luego se detiene a descansar sobre un espacio en blanco,
busca sin encontrarlo un refugio a la sombra, el fumador jadea
y una música de acordeón con flemas sube hasta el brocal de la garganta,
piensa en el olor balsámico del bar, los rizos negros del café,
los aros hipnóticos del humo que desprende el cigarro
y se da cuenta de que su dedo se ha parado sin querer
sobre el sombrero negro de un señor con frac que enuncia
una empresa otoñal de pompas fúnebres
y le entran ganas de reír.
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