Su índice ya no busca la altura inmóvil de la definición
y se deja arrullar por los temblores de la duda,
mira la simulación del mar que ofrece el páramo
y vuelve a ser feliz bajo un cuchillo mínimo de luz,
ha disertado sobre el laurel de altura
va de un lado a otro con su estatura de ciprés
y alegremente tiende la mano al pensamiento
para que no se quede atrás o se distraiga
restañando la sangre que gotean los geranios,
todavía lo verde, aunque ya menos,
él sigue aquí aunque se ve en tierra de nadie
donde los pájaros imponen su lenguaje coloquial
sin interrupciones del presentador del acto:
aquí siempre ha prosperado la fragilidad,
por favor, esas bambalinas le deslumbran,
y se va sin concluir la frase, le ha llegado
el olor a quemado de una llama
que en algún sitio sigue viva, y dice:
me temo que al salir de casa olvidé apagar la luz.
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